domingo, 21 de junio de 2009

Caché (Escondido)

Casi, pero no.

Ficha técnica

Titulo: Caché (Escondido)

Año: 2005 Duración: 115 min

Países: Francia, Austria, Alemania e Italia Director: Michael Haneke

Fotografía: Christian Berger Guión: Michael Haneke

Producción: Margaret Menegoz y Veit Heiduschka

Reparto: Daniel Auteuil, Juliette Binoche, Maurice Bénichou, Annie Girardot, Lester Makedonsky, Walid Afkir, Daniel Duval.

Razonamientos varios

El director Michael Haneke nos ofrece una historia más que contradictoria a la hora de comprobar los resultados: o te encanta o la odias. No creo puedan existir términos medios en cuanto a lo que a Caché se refiere. Aún así, voy a hacer un esfuerzo por encontrar ese punto medio donde es posible apreciar unas cosas y desechar otras.

Esta película que nos ocupa, consiguió en el año 2005 poner de acuerdo a críticos y cineastas de medio mundo. De hecho consiguió muchos premios en festivales como el de Cannes o los premios del cine europeo (European Film Awards). Nos hablaron de una gran película, incluso de obra de arte del cine europeo. Por mi parte, me parece que es el nombre del director o de actores tales como Daniel Auteuil o Juliette Binoche, los que han hecho de esta regular película una obra más que importante dentro del cine europeo.

¿Michael qué?

Para empezar creo que esta es una de las cuestiones que se deben resolver. Es sobradamente conocido que en Europa como en medio mundo hay una americanización de los espectadores, que conocen muy poco del cine nacional o en este caso del cine europeo. Haneke se destaca entre los realizadores europeos por tener un estilo propio que se identifica entre sus películas, como La pianiste o Code inconnu, donde siempre sitúa al espectador ante aquello que no quiere ver pero que sabe está ahí. A pesar de ello y de su fama entre los cinéfilos europeos, apuesto que muchos adolescentes que fueron al cine a ver Funny Games (el remake americano de 2007, por supuesto) no sabían ni que se trataba de un remake, ni de que estaba dirigida por el mismo director que la original, un tal Michael Haneke. A pesar de sus éxitos, no deja de ser un director, que al igual que sus películas, levanta odios y pasiones.

En el caso de Caché, nos encontramos ante una de las preocupaciones del hombre moderno, la sensación de sentirnos vigilados a través de dispositivos de videocámaras capaces no sólo de entrar en nuestra intimidad, sino de enseñar al mundo y a nosotros mismos quienes somos en realidad. Todo esto derivado de los famosos programas de telerealidad, que han puesto a la orden del día este tipo de historias y que de forma indirecta nos convierten en objetivos, ya que cualquiera puede presentarse a ellos. Además, Internet y sitios web como Youtube nos hacen darnos cuenta de lo fácil que es grabar y colgar en la red a cualquier persona, sin que podamos hacer nada para evitarlo. De este modo, la familia protagonista de Caché se encuentra de forma totalmente involuntaria ante este tipo de situación, cuando comienzan a llegar a su casa cintas de video en las que salen ellos mismos entrando y saliendo de su casa, haciendo sus vidas sin saber que alguien les observa. Todo se pone más raro cuando el sospechoso de las cintas resulta ser alguien del pasado de Georges, el protagonista. De modo que tenemos la cara más o menos amable en películas como El Show de Truman, o la cara amarga e incluso peligrosa de Caché.

Las dos caras de la moneda

Para llevar a cabo su historia, Haneke apuesta por una realización muy sobria, que encaja a la perfección con lo que nos cuenta. Todo está basado en los movimientos que haría una cámara de videovigilancia: planos generales de las situaciones, desde laterales de las habitaciones y movimientos sobre el propio eje de la cámara, es decir panorámicas (cuya presencia es muy abundante) y algún que otro travelling. Los planos más cercanos son planos medios cortos, en ningún momento hay primeros planos de los protagonistas, que incluso momentáneamente quedan fuera del encuadre para después volver. Con esto se consigue que el espectador se sitúe en la piel de aquel que está observando a los protagonistas, nos sentimos observadores e incluso a veces acosadores. Sensación que a veces puede incomodar pero ¿no deberíamos estar acostumbrados a esto? Todos los días nuestra faceta de voyeurs sale a relucir pero quizá no somos conscientes. Haneke nos lo hace saber de forma clara.

Lo que resulta tan positivo para unas cosas, tiene sin embrago sus cosas malas. Hay una falta de ritmo, excesivo en algunos momentos, que hace que el espectador desconecte durante unos instantes de la historia para tener que volver a ella con cierto desinterés. Al reengancharse de nuevo, la historia capta nuestro interés para más tarde volver a perderlo. Lo estático de los planos así como la poca acción dentro de ellos, provoca por lo tanto tedio, ya que no esperas que se te sorprenda con algo novedoso e inesperado. Los planos tan generales, que en ocasiones exigen el esfuerzo de mirar con atención (algo positivo en este caso pero que no está usado de forma efectiva) no consiguen poner al espectador en la piel de los protagonistas durante todo el relato.

Y es que son ellos los que crean todas las dudas en esta película. ¿Alguien se ha creído a alguno de ellos? Todos los personajes son sospechosos en sus actitudes, y es que si algo nos dice Haneke es que todos tenemos cosas que ocultar. De modo que quien crees que es, por decirlo así, el bueno de la peli (como podría ser Georges o Anne, el personaje de Binoche), al rato te das cuenta de que no es tan bueno y de que quizá tenga algo que ver con las cintas y los dibujos que las acompañan.

Para colmo o virtud (depende de quién lo mire), al director se le ocurre dejarnos sin lo que realmente nos importa, ¿quién envía las cintas de video? Al dejar el final “abierto” (después hablo un poco más sobre este asunto), podemos suponer o que cualquiera lo hizo y que puede seguir haciéndolo, o que los espectadores deberíamos sentirnos responsables porque al querer saber quién es con tantas ganas confirmamos la posición del director, podríamos ser nosotros mismos. De esta guisa, uno no sabe con quién quedarse o sentirse más identificado, por lo que sigue corriendo el mismo riesgo de la no identificación: si no te fías de ningún personaje, puede que la historia no te llegue de la misma manera.

De forma que tan pronto nos encontramos inmersos por completo en la historia, como cuando Georges recibe la cinta que le invita a visitar un piso o cuando desaparece su hijo; como nos salimos de ella sin poder evitarlo, como cuando Anne habla con su hijo tras su vuelta y éste sugiere que su madre tiene un amante (cosa que no hace avanzar a la historia en ningún sentido).

Un punto a favor es también la decoración de la casa, la cual bajo mi punto de vista cobra importancia debido a la cantidad de libros que almacenan. Todo el salón, habitación donde pasan el mayor tiempo, está repleto de estanterías llenas de libros. Cosa que nos dice mucho ya que por un lado, parecen tener mucha información pero que realmente no les sirve de nada a la hora de enfrentarse a su acosador, y que su vez, el acosador es diferente porque no hablamos de cartas o algo por el estilo sino de material grabado. La palabra escrita Vs la imagen en movimiento.

Sin embargo, un punto no tan positivo es la ausencia de música. Por un lado, acompaña al realismo con que se nos presenta el relato, pero por otro ayuda a la ralentización de los acontecimientos, ya que en los momentos de más tensión se echa en falta el acompañamiento musical, que nos ayude a situar de forma acertada la emoción que sentimos; por ejemplo, al ver a Georges ir por primera vez al piso que se le enseña en el video.

En cuanto al final, creo que es el punto más flaco de la película. Un final “abierto” entre comillas porque no lo es tanto, pero que aún así no resuelve dudas. La manera en la que se deja que el espectador se dé cuenta de quienes son los posibles responsables concluye en lo siguiente:

a) no te das cuenta de lo que pasa, porque Haneke nos sitúa ante un plano general con mucha gente en el que es difícil ver a quien hay que ver. Si no has visto nada no hay que preocuparse, porque no se escapa información vital.

b) ves a los responsables del juego de las cintas, y te preguntas por qué ellos. Es decir, ¿qué motivación pueden tener esos personajes para asustar así a Georges y Anne? ¿Qué consiguen con ello?

Por estas razones, estamos ante un final que por su no conclusión en algo mínimamente concreto, deja las cosas demasiado en el aire. Habrá quien diga que así está bien, porque no todo se debe dar mascado al espectador. Pero para mí esto es pasarse y contar demasiado con la imaginación del espectador, que posiblemente haya acabado aturdido.

En definitiva

Una película que algunos recordarán como muy buena y otros intentarán olvidar nada más verla. Así se podría resumir lo que Caché consigue. Una película que por lo que cuenta podría haber sido mucho mejor o más atrayente. Un tema interesante, un buen reparto y una realización muy acertada por momentos que no consiguen cuajar en las manos de Haneke.

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