domingo, 21 de junio de 2009

El Sur

Ficha técnica

Titulo: El Sur

Año: 1983 Duración: 93 min

País: España Director: Víctor Erice

Fotografía: José Luis Alcaine Productor: Elías Querejeta

Reparto: Omero Antonutti, Sonsoles Aranguren, Icíar Bollaín, Lola Cardona, Rafaela Aparicio, Germaine Montero, Aurora Clement, María Caro, Francisco Merino, José Vivo

¿Obra inacabada?

La película que nos ocupa es sobradamente conocida dentro de la historia del cine español. Todos en algún momento de nuestra vida hemos oído las palabras El Sur, pero muchas veces sin saber muy bien de que estamos hablando. Porque la fama de esta película es indiscutible. Catalogada y vendida como una de las obras maestras de nuestro cine, El Sur se plantea como una cuestión ineludible para todos aquellos que se consideran a sí mismos amantes del séptimo arte.

La película es una adaptación de un relato de Adelaida García Morales, cuyo guión y dirección corren a cargo de Víctor Erice. Realizador que cuenta con una posición de honor dentro de la cinematografía española a pesar de haber realizado tan sólo tres largometrajes. Tras el estreno de El espíritu de la colmena en 1973, el director regresa diez años después con esta película, que además resulta ser una obra inacabada. Los hechos son los siguientes: argumentando problemas económicos, el productor Elías Querejeta corta el rodaje de la película cuatro semanas antes de lo previsto. De modo que el resultado que llega finalmente a las carteleras supone más o menos lo que sería la primera parte de la película, todo lo acontecido en el norte. La segunda parte que debería transcurrir en el sur no llega nunca a hacerse realidad. Pero, ¿realmente afecta esto al resultado final de la película? En mi humilde opinión, el final cierra de forma perfecta lo que se nos viene relatando hasta ese punto. Un final muy a lo europeo: completamente abierto a la imaginación de aquel que ve la historia. Si la película ha llegado a decirte algo, no tendrás ningún problema en “terminar” la historia. Sabemos que Erice quería simbolizar la apertura de Estrella, la protagonista, hacia su madurez mediante ese viaje al sur, donde terminaría de conocer a su padre. Uno puede quedarse con esta versión o terminar de otra manera, aunque de todas formas no será una versión muy distinta, ya que aunque hablo de un final abierto, esta primera parte consigue quedarse perfectamente cerrada, por lo que se nos dan pistas suficientes para imaginar el resto.

Marca de la casa

Transcurre el año 1983 cuando Víctor Erice se embarca en el rodaje de una las películas más aclamadas del cine contemporáneo. La situación de nuestro cine no es nueva: la falta de una industria dificulta la producción de material de calidad, el cine extranjero copa las salas de cine, hay una progresiva pérdida de espectadores (que desciende de 5,8 a 4,3 entradas por habitante y año de 1977 a 1982)[1] y caída en la cuota del cine español (del 23% en 1982 al 11,5% en 1988)[2] en beneficio del cine americano que aumenta en la misma proporción.

En estas circunstancias, Erice se propone contarnos una historia íntima y pequeña: tan sencillo como la admiración de una hija por su padre, y como ésta, en su afán de conocer más sobre él, va a ir haciéndose mayor. Lo que convierte a esta historia en algo tan valioso es su capacidad para ser mucho más que un resumen tan escueto. Y es sin duda la figura de Erice la que consigue darle tal importancia. Previamente a El Sur nos encontramos con otra película calificada como obra maestra de este director, El espíritu de la colmena (1973), y con una película menos conocida, Los desafíos (1969), formada por tres relatos diferentes cada uno de ellos dirigido por un director distinto. En Los desafíos la historia que nos plantea Erice tiene muchos silencios y miradas, haciendo evidente la importancia de la reflexión de los propios personajes, pero también al mismo tiempo pidiendo la reflexión y colaboración del propio espectador para llenar con significado todos esos momentos. De la misma forma ocurre en El Sur, donde los silencios de padre e hija hablan mucho más fuerte de lo que podría hacerlo cualquier palabra.

En El espíritu de la colmena, se plantea la salida al mundo de la inocencia a través de una niña que va creciendo dentro de un mundo de fantasía que se encuentra ligado además con la muerte. Así mismo Estrella, la protagonista de El Sur, comienza siendo una niña que admira por encima de todo a su padre (hasta el punto de decir que apenas tiene recuerdos de su madre en aquella época, cuando era con ella con quien pasaba la mayor parte del tiempo), para convertirse en una adolescente solitaria y madura, que deja de estar pendiente de su padre admitiendo que jamás llegará a conocerle.

La infancia, el salto a la madurez y el paso del tiempo, parecen temas que preocupan a este director, que lo envuelve en un halo de fábula y cuento, muy ligado a la inocencia de los primeros años. Este tratamiento se diferencia de forma radical de la representación de la infancia más actual, en la que estamos acostumbrados a ver como los niños tienen que enfrentarse a problemas que les vienen grandes, como puede ser la separación de los padres, tal y como se representa en la película italiana Anche libero, va bene; donde al niño protagonista se le exige comportarse como un hombre y ser fuerte, cuando lo que le corresponde es jugar sin mayores problemas en los que pensar.

Mi papá, mi héroe

Sin duda esta es una historia donde los personajes llevan todo el peso. No hay nada que suceda fuera de ellos, todo gira en torno a unos personajes llevados a la perfección por un buen reparto.

Destacar la interpretación de Omero Antonutti como Agustín, el padre de familia. Un doctor que además es zahorí y que posee unos conocimientos o energía (como se dice en la película) que se salen de la normalidad. Su interpretación nos lleva al límite del desconocimiento, y es que no sólo su hija es incapaz de descifrarle, nosotros tampoco. Agustín es un hombre callado donde los haya, reservado hasta el extremo y un total desconocido en realidad. Incluso en los momentos donde su compostura se ve afectada apenas podemos percibirlo por unos segundos. Los intentos de Estrella para acercarse a él son innumerables, pero nunca consigue un resultado positivo. Sólo la admiración que siente por él, por ser tan especial, y sus ganas de ser como él, harán que no pare de averiguar cosas que resultan tremendamente útiles para el espectador.

Por ello, de vital importancia es el papel de la niña, Estrella, representada en dos etapas diferentes de su vida: a los ocho años, por Sonsoles Aranguren (cuya interpretación me parece fabulosa), y a los quince por Icíar Bollaín. Con ocho años, vemos a una Estrella completamente entregada a la admiración que siente por su padre. Cada cosa que hace está enfocada a acercarse un poco más a este hombre del que poco conoce. A los quince años, nos encontramos con una jovencita que ha dejado de insistir y que va más a lo suyo. Comprobamos que tiene su propia vida (intervención telefónica del Carioco, la única nota discordante de la película), y que de alguna forma se ha rendido al misterio. Sin embargo, la última conversación que mantiene con su padre, nos demuestra que la curiosidad no la ha abandonado a pesar del tiempo, y en un último intento de saber algo de él, consigue hacer que descifremos a ese hombre y verle por completo: un hombre que no ha superado su pasado. De esta forma, Estrella se convierte en el espejo que Agustín ha estado evitando toda su vida.

De forma más secundaria, terminan por darle sentido a esta historia la madre de Estrella, Julia (interpretada por Lola Cardona), una mujer a la que vemos al margen en toda la película, ya que parece no contar mucho ni para su marido ni para su hija. Y sobre todo, la aparición de Rafaela Aparicio como Milagros, la mujer que crió a Agustín y que viene desde el sur para despejar algunas incógnitas. Aunque su papel es corto, como siempre esta actriz consigue destacar entre los demás, y al igual que nosotros la recordamos, así lo hace Estrella, quien mantiene el contacto con ella desde que la conoce ya que representa una puerta abierta hacia el sur.

Estilo personal

Nada más empezar la película, somos capaces de ver la huella de Erice, que con su particular manera de hacer las cosas, consigue un efecto íntimo e intransferible. Podemos destacar para empezar la decoración minimalista utilizada. Un gran caserón, en medio de la nada, decorado con lo imprescindible y necesario. Esto se entiende porque realmente lo importante de la historia ya hemos dicho que son los personajes, cuya vida interior es lo único que necesitamos para seguir la historia, por lo que los decorados y accesorios son complementos necesarios pero no imprescindibles. El caserón, llamado “La Gaviota” se convierte así en un símbolo de los entresijos de los personajes, cuyo nombre representa quizá las ganas de volar de allí hacia el sur.

Siguiendo con esta austeridad hay dos cosas a destacar. Por un lado el vestuario que toma relevancia sobre todo en la figura de Agustín, a quien siempre vemos impecablemente vestido, con traje de chaqueta, corbata, bien peinado y con la barba arreglada. Esto nos da de nuevo pistas sobre su forma de ser, bastante reservado y como encerrado en sí mismo.

El otro elemento es sin duda la iluminación, que se convierte en protagonista junto a los personajes. Nos encontramos siempre en un mundo inmerso en las sombras, que sólo nos dejan ver lo imprescindible, tal y como ocurre con la personalidad de Agustín. Estas sombras están permanentemente presentes, excepto en pocas ocasiones, como son la celebración de la comunión de Estrella o la última conversación que mantienen padre e hija en el Gran Hotel. Momentos donde ambos personajes se acercan el uno al otro más que nunca y donde son momentáneamente felices.

Si el caserón se convertía en un reflejo global de la historia, el desván cobra importancia propia. Un sitio misterioso donde Agustín pasa a solas mucho tiempo, haciendo “experimentos” y donde nadie entra. Esto nos hace acordarnos de los cuentos, donde todo lo mágico siempre sucede en las altas torretas o en los desvanes más insospechados. Es allí donde está la esencia de Agustín y donde Estrella consigue de alguna manera acercarse a él al final de la película.

En otro orden de cosas, resultan muy interesantes las elecciones hechas a la hora de narrar. Por un lado, toda la película es un gran flashback de los momentos que Estrella quiere recordar sobre su vida para contarnos la historia. De ahí el uso incesante del fundido para marcar el paso del tiempo. Además aquí la iluminación juega un papel muy importante favoreciendo el oscurecimiento de la escena, haciendo los fundidos mucho más interesantes.

Por otro lado, los juegos con la voz de la narradora (Estrella de mayor), y las voces en off de los demás personajes. Trocitos de conversaciones que no ayudan a entender la historia y nos guían a través de la misma, por lo que resultan muy efectivos y no sobrecargan la narración en ningún momento.

Entonces, ¿qué es el sur?

Nunca veremos a Estrella pisar tierras andaluzas ni concluir su historia, sólo podemos imaginar cómo sería. Sin embargo, muchos apuntan a que ese sur del que se habla está en todos nosotros, donde acudimos para rememorar y recordar el pasado. Para mí, el sur es ese paso necesario en nuestras vidas en el que dejamos de considerarnos niños para reconocernos a nosotros mismos como adultos, con todas las consecuencias que eso conlleva.

El Sur, una película íntima o de autor, que aunque no me encuentro capacitada para decidir si es una obra maestra (aún tengo mucho que aprender y ver), sí considero que está más que justificado su necesario visionado para tener una idea mucho más completa de lo que es el cine.



[1] Sánchez Noriega, José Luis. Historia del cine, Alianza Editorial, Madrid, 2006, pág. 544.

[2] Idem.

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